Por: Clarith Gutiérrez
Pasaron muchos años antes de comprender: Que no hay poder más fuerte que el amor propio.
Que mis derechos no son menos, que mis ganas de vivir.
Que soy dueña de mis silencios, de mis tristezas, de mi sonrisa, pero sobre todo de mi vida.
Mi espíritu es indomable y llegará hasta donde yo se lo permita y aunque pocos lo entiendan, a veces puedo sentirme cansada de mis luchas. Pero nunca vencida.
Con el paso del tiempo fuí descubriendo capas de mi piel y etapas que me permitieron ser quien soy alguien que aún sigue aprendiendo, que se equivoca, se cae y vuelve a empezar.
No hay límites para mí y a pesar de los obstáculos.
Creo que estoy destinada a ser el proyecto más exitoso del mundo.
Porque tengo la virtud de ir más allá de mis propias barreras, de prejuicios y de la maldad que nunca dejan de acechar, disfrazados de falsa caballerosidad.
Me llamaron el sexo débil, la verdad soy la suma de varias tormentas que se convirtieron en un torbellino denominado, “mujer”.